sábado, 30 de octubre de 2010

Objeto de transición (y II)

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Como vemos, el objeto de transición o consuelo, lo que consigue es dar seguridad al niño, mantener esa sensación de apego a los seres queridos, a las personas de referencia, en definitiva, facilitan su vida. Muchos de nosotros tenemos esos hábitos en nuestra vida de adultos que nos facilitan enfrentarnos a situaciones difíciles y no pensamos en cambiarlos, sino se convierten en un problema en si mismos, algo así como una compulsión. Por tanto, en un primer momento, no deberíamos preocuparnos porque nuestros pequeños tuvieran su objeto de transición. Lo normal es que ellos mismos, cuando vayan adquiriendo confianza y seguridad, dejen de usarlo y se utilice de manera residual,  sólo en determinados momentos, como a la hora de dormir. Al final su abandono será definitivo.

Cada niño tiene su ritmo de desarrollo, la precipitación en este caso no es buena consejera, no es un problema ni un síntoma de inseguridad que el niño tenga ese objeto. Además, facilitará que la ansiedad de separación no se convierta en un problema mayor, que origine una mala relación con la ansiedad ya en la edad adulta. La ansiedad de separación tiene suficiente entidad como para dedicarle otro post en el blog.

Se puede convertir en un problema, si a determinada edad continúa necesitando su objeto en determinadas situaciones sociales, donde sus pares no puedan comprender esa relación con su objeto, por ejemplo cuando realice actividades fuera de casa. Su retirada en este caso debe ser progresiva, por ejemplo se puede llevar el objeto en el coche hasta el lugar donde se realice la actividad y una vez allí dejarlo en el mismo coche y que a la salida lo tenga allí.

Podemos negociar con el niño para sustituir el objeto e ir retirándolo, siempre comprendiendo sus emociones y la relación tan intensa y estrecha que él ha mantenido con su objeto. Olvidemos nuestro pensamiento desde el punto de vista adulto y pensemos como ese niño que empieza a descubrir el mundo y para el que todo es nuevo, objeto de curiosidad e investigación y en ocasiones angustia, para comprender las emociones del niño ante el mundo y la relación con su objeto de consuelo.
Una recomendación más es que puedan tener varios objetos, dos mantitas, por ejemplo, así podremos lavar una sin que eso genere un conflicto y sustituiremos una con otra.

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viernes, 8 de octubre de 2010

Objeto de transición (I)


En Psicosan queremos iniciar una nueva etapa profesional y vital y hemos pensado que nada mejor para comenzar con buen pie y seguridad que utilizar los objetos de transición. De hecho, podríamos considerar este blog como uno de ellos, que nos ayude a avanzar en el nuevo camino con seguridad y paso firme.
Todos tuvimos o conocemos a alguien que se apegara a una manta o a un peluche para dormir, objetos prácticamente con vida para quien los utiliza y siempre con nombre, objetos que durante la inicial de los pequeños se convierten en parte de la familia. Estos son los objetos de transición, también conocidos como objetos de consuelo.
El mundo del bebé es muy diferente al de los adultos. Está anclado a la presencia inmediata de otras personas, principalmente la madre, con la que establece una relación de apego en el momento de nacer. Su relación con el espacio y el tiempo no va más allá de los momentos precisos y determinados en los que vive, digamos que está pegado al momento. Por tanto, cuando una figura de apego desaparece, simplemente sale de la habitación o el bebé deja de tener contacto perceptivo con ella, crea una situación de inseguridad; el bebé no sabe si su figura de apego, la que le relaciona con el mundo exterior va a volver, no hay constancia de objeto.
En este momento adquiere su importancia el objeto de transición, es un elemento que une al bebé y al niño un poco mayor a su figura de apego que le proporciona protección y seguridad. Es una prolongación del vínculo del bebé con el mundo que conoce y en el que siente seguro. Según la concepción de Winnicott, el ser humano tiene la posibilidad de transitar desde la dependencia absoluta del medio ambiente a una independencia relativa, desde la subjetividad total no organizada a un mundo compartido. Esto implica que en el recorrido se deberá aceptar la existencia de un mundo que no sea el propio yo, es decir, el mundo no-yo.